Viajes - España Parte I: Madrid y Sevilla

Madrid, Julio 2017 - Desde una terraza en el centro, vino blanco en mano
He aprendido en mi segunda mitad de los 20’s que la vida es muy corta, que la gente se muere sin motivo. Que existe el amor y que es lo más bonito en la vida, sin importar cuánto dure, ni para quien sea, que una vez que lo sientes se ve la vida de otra forma. Qué es muy difícil encontrar tu verdadero yo, que solo vive dentro de ti y se manifiesta gracias a las experiencias de la vida. Que somos mucho más de lo que creemos ser.

También he aprendido que las cosas no se dejan para después, que hay que hacerlas cuando te nacen. Que nunca es el tiempo perfecto, y que si no tienes tiempo para algo es porque no quieres o porque tienes miedo. Que entender tus emociones es lo más complicado del mundo, y una vez que las entiendes es más fácil avanzar. Éste viaje ha contribuido a entenderme un poquito más, sin duda. 

Vuelo a Madrid el 23 de Julio, una ciudad perfecta. No se me eriza la piel… pero es donde alguien debería de querer vivir. Washington DC es el mismo sentimiento… pero la comida madrileña y la española en general, es otra historia. 

Estuve en Madrid, en Andalucía, en Asturias y en Galicia. En todas y cada una de estas áreas comí como si fuera un festín de esos que hace mi familia solamente en días importantes… todos los días. Sabía que la comida era buena, pero superó mis expectativas. Mi amiga madrileña le entiende bien a su gastronomía y me regaló una de las mejores experiencias de mi vida. En Andalucía, flamenco, rabo de toro, atún, pueblos blancos y playa – el atlántico. En Asturias, montaña, playa, carne, fabada asturiana, tradición, chorizo, morcilla, queso. En Galicia, pulpo y más pulpo, marisco, playa, el cantábrico, jamón, una boda y excelentes anfitriones. 

Manejé muchos kilómetros en España y volé otros tantos durante un mes. Estaba donde tenía que estar en el momento preciso. 

España un poquito más a fondo

España, un guante para mi alma. Fácil, a la medida. Las personas, lo máximo, Mexicanos del futuro o más bien, nuestros abuelos culturales – educados, profundos, locos y viejos mentalemente. 

Empiezo mi viaje aterrizando en Madrid, la madre de Tam (se llama Nines, pero yo le digo Nains) me está esperando en la fila donde te espera la gente con carteles con tu nombre. Ella no traía cartel, pero tenía una sonrisa en la cara como si yo fuera su hija y me conociera de toda la vida. La verdad es que solo la había visto en fotos, pero sentíamos que nos conocíamos. Tam estaba a su bola, atrás, en el celular, como siempre. Pero realmente también me esperaba con ansias porque teníamos que emprender un viaje en carro que nos iba a tomar más de lo que yo imaginaba. 

Me dan un mini tour por la ciudad y terminamos comiendo en un lugar súper bueno, creo que se llama El Peregrino. Tam pidió, y pidió como siempre, lo que a ese restaurant le sale mejor. Mis primeras horas en Madrid ya estaban nubladas de godello, rueda, albariño, mariscos y buena compañía. No me acuerdo mucho de esos días entre Madrid y Andalucía. Creo que estaba muy cansada de andar por ahí en Portugal. Lo que sí es que conocimos a una amiga de Tam - Helena quien ahora es parte de un grupo de chicas en whatsapp, a quienes espero con ansias ver de nuevo y muy pronto. El intercambio de ideas entre nosotras fue inspirador y muy real. 

Como la mente te juega juegos raros, no me acuerdo si el tour que nos dio Nines por el centro de Madrid fue antes o después de Andalucía, Galicia y Asturias, o fue después. Pero caminamos por la ciudad, vimos el atardecer, y bajamos al centro o al bar de la esquina a tomar un vino. Comimos camarones como tapa que te dan simplemente por estar ahí pisteando en algún bar. El Gourmet Experience del Centro me pareció otro rollo, quise volver unas dos veces más y la experiencia fue cada vez más buena. Tapas de todo, tortilla de patata, ensaladilla rusa, quesos, vinos, etc., todo eso en un rooftop viendo desde lo alto la ciudad.

Creo que Tam me trató de explicar cómo iba a ser nuestro viaje. Lo planeamos, reservamos hoteles/hostales, reservamos carro, etc., etc., pero yo no podía imaginarme lo variado que iba a ser de verdad. No entendía nada básicamente. Cuando manejaba el Fiat 500 (un bocho moderno) por las calles de Madrid y luego horas y horas por las autopistas españolas, me preguntaba cuando íbamos a llegar. Esa novedad e ignorancia, hicieron que el viaje fuera más emocionante. Que Tam decía que íbamos a hacer… ¿qué? A veces me agarraba en curva, pero siempre salían bien las cosas, así que yo solamente le decía que sí. No a todo mundo hay que confiarle la vida de esa forma, pero a Tam esta vez sí, y resultó una buena decisión. Hasta hoy tengo solamente una cicatriz en la barba pero muchos recuerdos.

Madrid - Croquetas del StreetXo de David Muñoz, no hay pierde

Las calles de Sevilla son fáciles de manejar, las de Córdoba no. Llegamos a la casa de la Tía Covi – instantáneamente me sentí en casa y en familia… al fin es hermana de la nains y me recibió igual. Esa familia tiene un corazón grande y demás me recuerdan a mi mamá en apariencia, entonces sentía que estaba con mi familia pero del otro lado del charco. 

Covi también cocina súper bien y creo que ese día comí de más. El calor de Sevilla es matador, como Hermosillo, pero nunca he dormido en Hermosillo en pleno verano. Una noche en Sevilla, con la puerta cerrada como suelo acostumbrar y con la ventana cerrada como suele ser lo normal… casi me muero. Tam dormía del otro lado de la cama y me despierta de mala gana. Yo no entendía porque me despertaba de tan mala gana si yo me estaba muriendo, me estaba dando un ataque. No podía respirar y estaba como revolcándome entre las sábanas. Teníamos un abanico giratorio enfrente de nosotras. Me levanté sin ver nada porque no tuve tiempo de encontrar mis lentes, traté de abrir la ventana sin éxito (obviamente, pues no veía nada) y Tam se enojó todavía más. Se levantó y abrió la ventana por mí, no sin mentarme la madre… tampoco entendía nada. Probablemente eran las 4am. A nadie le gusta que lo levanten a las 4am por un ataque de calor. Yo me puse justo enfrente del abanico y luego agarré el vaso con agua que tenía en seguida de mí en la mesita de noche y me lo eché encima… en ese momento pensé que era lo más lógico. 

No fue mi única muerte en Sevilla. Uno de los días, que tampoco fueron muchos, fuimos a turistear por la ciudad. Íbamos a buscarle un abanico a mi madre y una bota a mi papá. No encontré la bota pero si el abanico. También comí rabo de toro enseguida de la plaza de toros… un manjar. Luego fuimos a un rooftop enfrente de la catedral y nos tomamos un gin tonic con la prima de Tam, Tati, hija de Covi. Es súper difícil no reírme cuando Tati habla, habla como andaluza. No entendía bien el concepto hasta que la oí, en serio, son particulares. No terminan las palabras, dicen cosas sin sentido como “mi arma” en vez de decir mi alma, y lo dicen en momentos raros. Si tuviera que asociarlos con algún otro acento sería el de los costeñitos, pero tampoco, porque hablan mucho más muy pintorescamente. Son muy cercanos por lo mismo.

El gin tonic entró difícilmente dado el calor que teníamos. Nos fuimos rápidamente a casa de la tía Covi y yo subí a cambiarme o algo, pero no pude, me acosté un segundo en la cama y morí. Hay bromas en la familia que dicen que solamente vieron mis pies negros y supieron que había muerto. Obviamente el calor seco de Sevilla no se me daba bien y no había ido con el manual de supervivencia. 

En una de las noches fuimos a cenar a Triana, íbamos en busca de flamenco. Pero con la suerte que nos acompañó en todo el viaje, vimos un concierto de flamenco en la calle. Con una cantante de flamenco súper apasionada y terminamos comiendo morcilla a las 12:30am en unos de los restaurantes cerca del puente, ese que está casi frente de la plaza de toros.

Sevilla, Julio 2017 - Un conciertazo de flamenco en Triana

Después de tener unos días el carrito estacionado fuera de la casa de la tía Covi, partimos al sur - a Cádiz. A la punta más al sur de España, muy cerquita de Marruecos. Y no sin pasar el típico episodio en donde a alguien se le olvida el pasaporte y hay que mover montañas para conseguirlo,  también visitamos Marruecos. En los siguientes posts platicaré de Cádiz y Marruecos. 


Comments

Unknown said…
Que maravilla, sigue escribiendo y yo seguiré leyendo y disfrutando tus aventuras... TQM hija...

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